El plomo y la caída del imperio romano
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1984 )
Estudio revela cómo emperadores y usurpadores romanos ávidos del vino y de la gula sucumbieron intoxicados por plomo y con evidentes cuadros de gota. El veneno provenía de las vasijas en que se preparaban los mostos, cuyos restos se conservan hasta ahora.
No sólo la alimentación influye directamente en nuestra salud y comportamiento, sino también en el destino y conducta de las sociedades. La calidad y cantidad de la dieta son de importancia fundamental. Desde ya se puede decir que la desnutrición condiciona y agrava el subdesarrollo al limitar la expresión genética de los individuos que la forman. Algunos historiadores médicos tratan de explicar el predominio o decaimiento de imperios por factores nutricionales. Se ha sostenido por ejemplo que el imperio de los incas fue posible gracias al alto consumo de "quinoa", una semilla que aportaba una proteína de excelente calidad, superior al maíz o trigo. Ello habría permitido la supremacía de la raza incaica y la expansión del imperio.
El científico canadiense del National Water Research Institute (Burlington, Canadá), Jerome Nriagu, atribuye la caiga del imperio romano a la intoxicación por plomo de los alimentos y especialmente del vino. Su interesante punto de vista fue recogido en el New England Journal of Medicine (Marzo 1983).
El plomo es un metal pesado, altamente dañino para los animales y seres humanos, que al adaptarse en las células cerebrales produce deterioro mental. En el riñón daña los túbulos renales y a ello se atribuye que, con mucha frecuencia en los adultos, la intoxicación por plomo produzca `gota", ya que se retendría ácido úrico, que para muchos es la causa de esta enfermedad.
Parece ser que la gota fue una enfermedad muy frecuente durante el imperio romano. La literatura de la época constantemente hace mención a ella y la satiriza considerablemente como una enfermedad de las clases ociosas y adineradas. Virgilio, Marcial, Athenaeus, Juvenal, Ovidio y Musonius hacen constantes menciones a ella en sus escritos, apareciendo la enfermedad como epidemia. Por otra parte, la intoxicación crónica por plomo produce evidentes alteraciones mentales, ya que se deposita en las células cerebrales (neuronas) y altera su funcionalidad (CRECES 12, 3, 42-44).
¿De donde proviene?
De las lecturas de la época, parece evidente que la principal fuente de intoxicación fue la contaminación del vino. En las recetas se aconsejaba usar ollas de plomo o forradas con dicho metal. Para mantener el color, la suavidad y el bouquet, se recomendaba hervirlo en esos recipientes. De acuerdo al grado de hervor, el líquido se llamaba "sapa", "defrutum", "heprena" o "siracum". Las indicaciones eran muy claras: "el vino debe hervirse a fuego lento en recipientes de plomo, ya que en vasijas de cobre toma mal sabor. Se forma así un "azúcar de plomo". Lo que se originaba realmente era acetato de plomo, un potente fungicida. Al reproducir esta receta y preparar un moderno "sapa", se obtiene un liquido que contiene una concentración de plomo que varia de 250 a 1 000 miligramos por litro. Una cucharadita de este líquido tomada diariamente basta para causar una intoxicación crónica por plomo.
El entusiasmo de los romanos para beber estos vinos es legendario. Plinio estimaba que había en Roma más de 180 clases de vino y el consumo individual en esa época se ha estimado en 1 a 5 litros por persona por día (sic). En ocasiones especiales se consumían enormes cantidades. Lucullus necesitó 4 millones de litros de vino para su banquete triunfal. Tanto en las ruinas de Pompeya como en muchos otros lugares se han encontrado enormes cantidades de ollas de plomo.
Jerome Nriagu hace un cálculo teórico de las cantidades de plomo ingerido y absorbido por los romanos de diferentes grupos sociales (Tabla 1). El vino, en las clases altas, aportaría más del 60% del total. La aristocracia ingería enormes cantidades. Según estos datos, se estima que ese grupo social absorberla 250 mg/día. En cambio los plebeyos y esclavos absorberían entre 30 a 15 mg/día. Hoy día la Organización Mundial de la Salud dice que no se debería absorber más de 40 mg/día para impedir la intoxicación por plomo. Según estas cifras, la aristocracia romana estaría muy por encima de lo peligroso.
Sobreviene el desastre
La información de que se dispone en tomo al estilo de vida y los perfiles psicológicos de los emperadores romanos y usurpadores que reinaron antes y después de Cristo, sugieren una alta prevalecencia de gota y otros signos de intoxicación por plomo. Muchos de ellos presentaban evidentes trastornos síquicos y comportamientos anómalos.
Entre los emperadores Julio-Claudianos, el lerdo y distraído Claudio (quien reinó del 41 al 54 d. C.) fue el más probable de haber tenido envenenamiento por plomo. Tenía problemas para hablar, miembros débiles, un caminar pesado, temblor, accesos de risa excesivos e inapropiados, ira fuera de lugar y a menudo babeaba. A través de su niñez y juventud sufrió tan severamente de diversos desórdenes, que el vigor de ambos, cuerpo y mente, fue embotado y aun cuando alcanzó la edad apropiada, se pensó que no era capaz de realizar ningún tipo de ocupación pública o privada. La patogénesis de las dolencias de Claudio ha sido materia de un largo debate. También sufrió de ataques recurrentes de dolor de estómago (gripe seca) que fueron tan intensos, que casi lo llevaron al suicidio. Claudio era un glotón inmoderado (y bebedor inmoderado también), de quien se presumía que "había encontrado algún rayo de sabiduría en el fondo de un ánfora".
Tiberio (14- 37 d.C.), hijastro de Augusto, era un inveterado bebedor de vino y también un esquizofrénico. De hecho, su excesivo amor por el vino le dio el sobrenombre de Biberius Caldius Mero (Por Tiberio Claudio Nero). Calígula (37 - 41 d.C.) no fue sano ni de cuerpo ni de mente; como adulto, fue un alcohólico crónico. Su derrumbe, el cual fue la causa de que su cerebro y su reino tomaran una decidida dirección hacia lo peor, ha sido atribuido a una sobreindulgencia (y presumiblemente también al envenenamiento por plomo). El loco Nerón (54-68 d.C.) también era bebedor, pródigo, inmoral, extravagante, amante del placer y cruel.
Galba (68 - 69 d.C.) era un comilón y sus manos y pies estaban tan deformados por la gota que no podía soportar un zapato por mucho tiempo u hojear un libro o aun sostenerlo. Vitelius (69 d.C.) ha sido descrito como el "esclavo de su cuerpo y su paladar", habiendo tenido hábitos que lo predispondrían al envenenamiento por plomo. Sus vicios habituales eran la lujuria y la crueldad; tenia una enorme barriga y una cara normalmente colorada, debido a la excesiva bebida. Sobrevivió bastante bien tomando eméticos en forma permanente. Domiciano, el último de los tres emperadores Flavios (o Flavianos), lavó su conciencia de sus crímenes usando la corriente de vino que corría todas las noches desde las fuentes. Luego vendrán los Antoninos.
Nerva (96 - 98) afirmaba ser un gran bebedor de vino. De Trajano (96 - 117) se ha escrito: "Una de sus fallas era que bebía en exceso y era un pederasta". Adriano (117 -138) fue un célebre glotón. Antonino Pío (136 - 138), un aristócrata de vida alegre y un renombrado goloso, famoso por haber tenido el libro de cocina de Apicio siempre cerca de su cama. No está claro si su miserable salud tenia relación con sus hábitos alimenticios. El independiente y autónomo Lucio Vero o Comodus Verus Antoninus (161-169), se dice que hizo gala de una extravagancia tan grande que después que volvió de Siria hasta instaló un restaurante en su casa, al cual solía concurrir después de los banquetes. También se dice de él que rivalizó con Calígula, Nerón y Vitelio en vicios. Tal estilo de vida habría ocasionado una substancial exposición dietética al plomo.
Avidius Casius (175 d.C.) fue un ávido bebedor de vino, ansioso por comida e incapaz de soportar el hambre. Cómodo (177 - 192) llevó una vida de orgiástico abandono en el palacio, en medio de banquetes y baños. Bebía hasta el amanecer, revoloteaba a través de las tabernas en la tarde y disipó los recursos del Imperio. Didius Julianus (Pertinax, 193 d.C.) se volvió un glotón en su vejez; Pescennius Niger( 193-194) era aficionado al vino y de desenfreno ilimitado en otra Variedad de deseos. Clodius Albinus (196 - 197) fue un famoso glotón. Aparentemente moderado con el vino, lo cual es negado por Severus, quien asegura que éste estaba borracho aún durante la guerra.
Nunca estuvo de acuerdo con su propia gente, ya sea debido a la embriaguez, como dice Severus, o a su carácter acre. Ambos, Antoninus Caracallus (198 - 217) y Antoninus Geta (209 - 211) eran amantes de los platos exquisitos y los vinos de varios sabores. Heliogábalo (218 - 222), el último de los Antoninos, pasó su vida en busca de placeres. Es famoso por haber eclipsado o excedido aún a Apicius y Vitelio en la magnificencia de sus banquetes. Bebía tan excesivamente que la gente pensaba que había estado embriagándose en una piscina. Muchos platos exóticos y mezclas de vinos fueron inventados en su cocina. Empeoró mentalmente (sin duda por el plomo en su dieta) y se negó a tener hijos "en el caso de que alguno de ellos pudiera volverse frugal". El peligroso e inmoderado modo de vida continuaba hacia abajo a través de los más altos rangos de la jerarquía social.
Y el imperio se derrumbo
El informe precedente muestra que aproximadamente dos tercios (19 de 30) de los emperadores y usurpadores que reinaron entre el 30 a.C. (Augusto) y el 220 d.C. (HeIiogábalo) tenían predilección por la comida contaminada con plomo y los vinos mezclados. Verdaderamente, la convincente observación hecha por Celsus de que la mayoría de los emperadores romanos sufrieron de gota saturnina no es sorprendente. Si las narraciones de los moralistas romanos y los escritores de sátiras son creídas, podría asumirse que una gran fracción de la aristocracia adquirió hábitos y gustos similares y estuvieron por lo tanto sujetos al mismo mal.
La evidencia para la tesis de que la gota saturnina fue epidémica entre los aristócratas del Imperio Romano viene en la forma de restos de esqueletos en Corinium Dobunnorum (Cirencester, Gloucestershire) los cuales muestran una alta incidencia de gota entre los habitantes de la época romana. Musonius (ca. 20-90), un testigo, confirma este hecho en la siguiente y perceptiva narración de la gota y el plumbismo coexistentes entre los aristócratas (por ejemplo, los "amos") de su tiempo, quienes vivieron entre golosinas preparadas:
"Esos amos son menos fuertes, menos saludables, menos capaces de soportar el trabajo que los sirvientes; los hombres del campo son más fuertes que aquellos que son criados en la ciudad, aquellos que se alimentan miserablemente que aquellos que lo hacen regaladamente; y que, por lo general, el último vive más que el primero. No existen otras personas más aproblemadas con gota, hidropesía, cólicos, y semejantes, que aquellos quienes, condenando la dieta simple, viven a base de golosinas preparadas."
El darle crédito a Musgrave (1723) por el "descubrimiento" de la gota saturnina, parece ciertamente haber estado fuera de lugar en vista de la narración anterior. La coexistencia de la gota y el plumbismo esparcidos durante el Imperio Romano parece haber sido un importante rasgo del estilo de vida aristocrático que no ha sido previamente reconocido. Esto proporciona un fuerte apoyo a la hipótesis de que el envenenamiento por plomo contribuyó a la declinación del Imperio Romano. Dos mil años más tarde, la civilización de la bencina con tetraetil plomo, de los envases de todo tipo hechos a base de delgadas láminas del metal o con soldaduras que lo contienen, y de la presencia del tóxico en comidas, suelos, atmósfera, etc., reporta versiones tecnológicamente más finas de un mismo problema.