Desciframiento de la escritura jeroglífica
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 2002 )
Introducción
Ya en la Antigüedad Clásica los jeroglíficos despertaron la curiosidad de los estudiosos, para los cuales esos signos representaban una escritura figurativa, imbuida de misterioso significado. Así, el historiador Diodorus Siculus, tras visitar Egipto en el siglo I a.C. dijo: ...su escritura no expresa los conceptos uniendo sílabas, sino por medio de los objetos copiados y de su significado figurativo impreso en la memoria por la práctica2. Todavía en el siglo XVII el jesuita alemán Kircher, un filólogo de reconocido prestigio, pero guiado por esta creencia, traducía así un grupo de jeroglíficos de un cartucho (encerrados en un óvalo): Debe despertarse la protección de Osiris contra la violencia de Typho con los ritos adecuados y apelando a la tutela de los Genios del triple mundo, para asegurar el goce de la prosperidad dada habitualmente por el Nilo contra la violencia del enemigo Typho. Hoy se traducen por Psamtik, el nombre de un faraón6. En el siglo siguiente el lingüista francés Barthélemy dio el primer paso correcto: los cartuchos encerraban nombres de reyes2. Así permanecieron las cosas durante el siglo XVIII.
Las formas de escritura egipcia
Eran tres: la jeroglífica, la hierática y la demótica2,4. La primera -de hierós, `sagrado`, y glypho, `grabar` (hieroglífica: (letras) sagradas grabadas)- se encuentra desde la época predinástica tardía a lo largo de todo el período dinástico y helénico y se usaba en templos y monumentos, rara vez en papiros. Casi tan antigua como los jeroglíficos era la escritura hierática, forma cursiva y abreviada de la jeroglífica, que se extendió a partir del Imperio Medio. Es la más utilizada en los papiros. A comienzos del Período Tardío, alrededor del 650 a.C., se reemplazó por una forma más abreviada, también cursiva: la demótica (popular, de uso común).
Algo sobre los tipos de escritura
Básicamente se reconoce la escritura pictográfica y la fonética. A su vez, en la primera pueden distinguirse la ideográfica y la logográfica3. En la ideográfica las figuras, que representan objetos o ideas, no están ligadas en el lenguaje hablado a una forma fija de expresión3. Ejemplos son los petroglifos, los signos del tránsito, los pictogramas usados para operar con el computador. En general, estos pictogramas tienen un valor semántico, pero no uno fonético fijo. Piénsese, por ejemplo, en el signo del tránsito de una línea férrea. Conlleva la idea de poner atención al cruzarla, cosa que puede expresarse de modos diferentes: ¡Atención, cruce de ferrocarril!, ¡Cuidado, puede venir un tren! y así por el estilo. Esta escritura figurativa tiene interés en la historia de las ideas sobre los jeroglíficos, aunque suele dejarse fuera del dominio de la lingüística, la ciencia del lenguaje articulado y de la escritura como representación de éste. Así, en el dominio de la lingüística la escritura pictográfica queda reducida a su segundo tipo: la logográfica1. En esta cada uno de los caracteres representa una palabra determinada1,2,3,4,5. Un logograma tiene por tanto un valor fonético y uno semántico diferentes. Logogramas son, por ejemplo, los signos gráficos de las notas musicales. La escritura logográfica puede pensarse como una forma intermedia -o una etapa de transición- entre la pictográfica y la fonética. En la escritura fonética los signos gráficos representan sólo sonidos: son fonogramas. Estos pueden ser silábicos -un signo para una o más sílabas-, o bien, alfabéticos. Algunos lingüistas conciben las formas de escritura mencionadas como fases del desarrollo del lenguaje escrito4,5,6.
Cabe indicar que con este significado de la escritura pictográfica restringido a los logogramas también se ha empleado el nombre de escritura ideográfica1,5, uso que actualmente no todos aceptan2.
De regla, la escritura de un idioma es mixta, generalmente, con una forma que predomina sobre otras.
En los logogramas -y en las palabras en general- hay que distinguir, como se dijo, el sonido que representan de la cosa que significan, distinción fundamental para comprender una de las peculiaridades de los jeroglíficos. El juego que los lingüistas llaman rebus ilustra este punto6. Se basa en el principio de combinar signos gráficos de modo que los sonidos que representan formen otras palabras. Piénsese, por ejemplo, en el logograma de una nota re al que siguen: un uno y dos ceros, la figura de una casa como logograma de casa y, por último, el número dos (figura a). Se habrá escrito en clave rebus (sin conservar necesariamente la acentuación): recién casados. Un segundo ejemplo ilustra algo más (figurab): la figura del sol como logograma de sol seguido del dibujo de una carta de naipe de un as como logograma de as. Se tiene solas. Esta misma palabra podría escribirse en rebus reemplazando la figura del sol por el logograma de una nota sol. Se trata de dos signos homófonos.
La piedra Rosetta
La campaña de Napoleón en Egipto tuvo en la mira también lo cultural. Junto al ejército viajó una misión de sabios, cuyo secretario era nada menos que el matemático Jean Baptiste Fourier6. Así, cuando en Julio de 1799 los soldados comandados por el oficial Bouchard se toparon con la piedra en unas excavaciones en Rosetta -hoy Rashid-, de inmediato dieron aviso a los científicos. La piedra tenía inscrito un texto trilingüe. Trasladada a El Cairo, sin dilación se hicieron impresiones con tinta, que se distribuyeron a los estudiosos de Europa. Llegaron a manos de Young y Champollion, entre otros2.
El bloque de basalto negro, de alrededor de 120 cm. de altura, 80 cm. de ancho y 30 cm. de espesor y de 760 kilos, tenía inscrito un decreto de Ptolomeo V Epifanes del 27 de marzo de 196 a.C. Estaba en jeroglíficos, demótico y griego. Al bloque le faltaba un pedazo, lo que afectaba más al texto jeroglífico. Después de la derrota de Napoleón, la piedra terminó en el Museo Británico a fines de 18022.
Sir Thomas Young (1773-1829)
Young es conocido en física por la fundamentación de la teoría ondulatoria de la luz y el enunciado del principio de interferencia de la luz, entre otras cosas; en medicina, sobre todo por la formulación de la teoría de la visión de los colores, la descripción del mecanismo de acomodación del cristalino, y en lingüística, como iniciador del desciframiento de los jeroglíficos. Fue un prodigio. A los 14 años sabía latín, griego, francés, italiano, hebreo y árabe.
Cuando en 1814 empezó a ocuparse de la piedra Rosetta, ya se habían iniciado las investigaciones del texto en demótico, pues todavía se estaba convencido de que los caracteres jeroglíficos no eran fonéticos y, así, no pertenecían al dominio de la lingüística. Se había llegado a la conclusión de que la escritura demótica era enteramente alfabética, cosa que es cierta sólo en parte2.
Tres fueron los principales aportes de Young2: descubrió que el demótico estaba relacionado con los jeroglíficos; que esta forma de escritura era mixta, en parte alfabética, en parte logográfica; que los jeroglíficos de los cartuchos eran una escritura alfabética, e identificó las letras a que correspondían algunos jeroglíficos. Pero el mito sobre la naturaleza de los jeroglíficos hizo que Young supusiera el carácter alfabético sólo en los signos de los nombres propios de los cartuchos: siguió pensando que el resto de la escritura carecía de valor fonético definido. Sus progresos quedaron detenidos.
Jean François Champollion (1790-1832)
Champollion fue un lingüista genial y como otros genios tuvo una corta vida. Nacido bajo la Revolución Francesa, no pudo asistir a la escuela cuando era niño. Pero recibió instrucción privada en latín y griego, y a la edad de nueve años podía leer a Homero y Virgilio. En Grenoble, donde fue al liceo, conoció a Fourier, que lo indujo a dedicarse a la Egiptología. Ya antes de cumplir los 17 años de edad, presentó un trabajo sobre la etimología copta de ciertos nombres egipcios preservados en autores latinos y griegos2,6.
La escritura copta, basada en el alfabeto griego, fue creada en el siglo III por los egipcios cristianos. Su desarrollo se detuvo en la Edad Media bajo la dominación árabe, pero se conserva en la literatura de la Iglesia Copta6. Esta lengua fue de gran ayuda para Champollion.
El desciframiento
En 1819 Young había publicado sus ideas sobre el egipcio en el Suplemento de la 4ª edición de la Enciclopedia Británica. Se las había comunicado por carta a Champollion. No se sabe cuán importantes le fueron a éste, pero ciertamente el joven lingüista avanzó con méritos propios hasta resolver los principales enigmas y fundar la Egiptología moderna 2,6.
Hasta ese momento compartía la idea de que la escritura alfabética estaba limitada a nombres propios, algunos de origen extranjero, encerrados en los cartuchos. Se concentró en estos. Se imaginó un caso ideal: dos cartuchos de nombres diferentes y conocidos que tuvieran en común algunos caracteres. La casualidad favorece a las mentes preparadas, diría Pasteur. Así ocurrió con Champollion. En 1822 llegó a sus manos la impresión de la base del obelisco de Philae, con el nombre de Cleopatra escrito en un cartucho y también en griego. De la comparación de este cartucho con el de Ptolomeo de la piedra Rosetta, identificó todos los caracteres alfabéticos de estos nombres2,6 (figura g). El valor fonético de t tenía, sin embargo, signos distintos. Concluyó correctamente que se trataba de caracteres homófonos. Rápidamente identificó el valor alfabético de otros jeroglíficos de nombres propios.
Ese mismo año recibió la impresión de otro cartucho tomada del templo de Abu Simbel de Nubia6. Sólo los últimos dos caracteres, con valor de s, le eran conocidos (figura d). Para el primero, ensayó el valor fonético re porque es el que tiene en copto la palabra sol. ¿Había habido algún soberano egipcio con un nombre parecido a R(e)?ss? Efectivamente, se trataba de Ramsés. Por lo tanto, el segundo jeroglífico tenía el valor de m. Después de Champollion se comprobó que ese segundo jeroglífico tenía el valor fonético bisilábico de ms (como en todas las lenguas semitas, las vocales breves no se escriben).
En la piedra Rosetta el nombre de Ptolomeo aparece tres veces solo, en un cartucho corto, y tres veces acompañado de otros jeroglíficos en un cartucho largo. Estos últimos no estaban descifrados. Veamos qué ocurrió.
Hasta ese momento, Champollion pensaba, al igual que Young, que, aparte de los nombres propios, la escritura jeroglífica carecía de valor fonético definido. No se sabe exactamente qué lo hizo cambiar de opinión. Pero le llamó la atención que en el texto de la piedra Rosetta había sólo 66 caracteres diferentes entre los casi 1.500 jeroglíficos, cosa difícil de concebir si todos fueran sólo pictográficos6.
El cartucho largo se reproduce en la figura e. Según el texto griego significa: Ptolomeo que vive eternamente, amado por Ptah 6. El copto nuevamente fue de ayuda decisiva. Vida o que vive se dice en copto onkh, derivado del egipcio antiguo ankh, que se asoció al primer signo después del nombre de Ptolomeo, a la cruz ansada -que llegaría a ser el símbolo de la Iglesia Copta. Se trata, por lo tanto, de un logograma. El grupo siguiente, formado por la serpiente, el semicírculo y la barra, corresponden a eternamente. El semicírculo tiene el valor fonético de t. Con el signo de la serpiente hay una dificultad: puede ser el logograma de serpiente o, como en la clave rebus, representar sólo su valor fonético. Este es el caso aquí; lo señala la barra, que aquí es un signo mudo, un determinativo, tipo de jeroglífico empleado -entre otros usos- para indicar que un signo ambiguo se está usando fonéticamente. En este caso, el determinativo refuerza los sonidos d y t. Pero ¿cuál es el valor fonético del signo de la serpiente? Con ayuda del copto y del griego, Champollion concluyó que era dj, el cual seguido de t da djet, que corresponde a eternamente. En los últimos cuatro jeroglíficos, el cuadrado y el semicírculo representan, como sabemos de Ptolomeo, p y t, respectivamente. Se trata de las primeras letras de Ptah. Entonces, el tercer signo corresponde a h. El último, la azada, es otro logograma. Amor en copto es mere, y así quedaba descifrado este cartucho, que se hizo famoso: Ptolmes ankh djet mer.
Hasta aquí, los principios fundamentales de la escritura jeroglífica descubiertos por Champollion ya en 19232,4. Parte de ellos los había dado a conocer en 1822 con la célebre publicación Lettre á M. Dacier relative á l`alphabet des hiéroglyphes phonétiques. En 1824 apareció su Précis du systéme hiéroglyphique.
En el cartucho de Tutankhamón (figura z) se puede apreciar la flexibilidad en la ordenación de los jeroglíficos, por lo general, escritos de derecha a izquierda 6.
El primer signo, el junquillo con esa orientación, arriba a la derecha, es el fonograma de i. El tablero a su izquierda puede ser un logograma (permanecer) o su fonograma: mn. La línea en zig-zag es aquí también un signo mudo, un determinativo reforzativo de n, que señala que el signo del tablero se está usando fonéticamente. Se tiene entonces imn, pronunciado amon.
El semicírculo, que aparece dos veces, corresponde a t, y el del pollo, a la semiconsonante u. La cruz ansada es, como sabemos, ankh. Se tiene entonces: tutankh.
El cayado, abajo a la derecha, es el logograma de soberano. La columna a la izquierda del cayado es otro logograma: Heliópolis. El último signo, la planta heráldica del Alto Egipto, es el logograma de Alto Egipto. Pero Heliópolis del Alto Egipto es otro nombre de Tebas.
En suma, el cartucho dice: Tutankhamón, soberano de Tebas. Amón era el dios de Luxor. Por respeto, la inscripción comienza con su nombre.
Sinopsis de los jeroglíficos
La escritura jeroglífica, para muchos una de las más bellas, es casi enteramente fonética y mixta, en buena parte alfabética. Comprende fonogramas que representan letras o sílabas, logogramas y algunos determinativos pictográficos 4. Hay caracteres que pueden funcionar como una palabra o como las sílabas de su sonido; otros, como una palabra o una letra 2,4,5,6. Frecuentemente en la grafía de una palabra se combinan fonogramas silábicos y alfabéticos. Las vocales comúnmente no tienen representación gráfica; hoy se leen usando una vocal convencional (la e) 5. Por diversas razones la escritura pudiera ser ambigua, de ahí el uso de determinativos. Los hay de diversos tipos 2,4,5,6. La escritura consta de unos 6.000 caracteres, pero los de uso corriente en cada época son menos de 1.000. Los jeroglíficos por lo común están escritos de derecha a izquierda, pero pueden escribirse en sentido contrario o en columnas puestas de derecha a izquierda o al revés. Hoy la escritura jeroglífica está casi enteramente descifrada, pero algunos caracteres todavía son de significado incierto 4.
Referencias bibliografías
(1) Carreter FL (1987) Diccionario de términos filológicos. Editorial Gredos. Madrid.
(2) Davies WW (1995) Egyptian Hieroglyphs. University of California Press. Berkeley and Los Angeles.
(3) DTV-Lexikon (1971) Bilderschrift, Band 2, S. 148. Deutscher Taschenbuch Verlag. München.
(4) Martín Valentín FJ (1999) Gramática Egipcia. Aldebarán Ediciones. Madrid.
(5) Mercer SAB (1993) The Handbook of Egyptian Hieroglyphs. Hippocrene Books. New York.
(6) Robinson A (1995) The Story of Writing. Thames & Hudson. London.