Buenas posibilidades para la cirrosis hepática
( Publicado en Revista Creces, Julio 2000 )
Las enfermedades crónicas y progresivas del hígado no tienen otra posibilidad de tratamiento que el trasplante hepático. Ahora aparecen dos nuevas alternativas: recuperar los telomeros dañados de los cromosomas de las células hepáticas, para que estas se puedan regenerar, o trasplantar nuevas células hepáticas, que reemplacen a las dañadas. Ambas posibilidades parecen muy promisorias, al menos en animales.
Según la Organización Mundial de la Salud, son más de cien millones las personas que sufren de enfermedades hepáticas crónicas y son varios cientos de miles los que fallecen anualmente a consecuencia de ello. Su evolución, variable en el tiempo, es siempre progresiva y fatal. Para ellos no hay tratamiento y su única esperanza es un trasplante de hígado, pero los donantes son muy escasos. Actualmente y recientes investigaciones realizadas en animales de investigación, abren nuevas esperanzas.
Se trata de dos nuevas posibilidades de tratamiento, que al menos han probado ser exitosas en ratas que sufrían de grave daño hepático. Si en el futuro pudieran utilizarse estas mismas técnicas en humanos, ellas serían una magnifica solución para los cientos de miles de individuos que mueren cada año por enfermedades del hígado.
Ronald Delpinho del Dana-Farber Cancer Institute y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard en Boston, y sus colaboradores, han descubierto que en las ratas con daño hepático están dañados los telomeros (una porción de DNA de los extremos de los cromosomas que los protegen durante el proceso de división celular) (El proceso del envejecimiento) y esto parece que las predispone para desarrollar cirrosis del hígado. Pero lo interesante es que los investigadores, usando técnicas de terapia génica, logran reparar los telomeros, con lo que se restablece la función hepática (Science, Febrero 18, 2000, pág. 1253).
En otros trabajos el científico Philippe Leboulch del Massachusetts Institute of Thecnology y también de la Universidad de Harvard, junto a Ira Fox de la Universidad de Nebraska y Naoya Kobayashi de la Universidad de Okayama en Japón, señalan que han sido capaces de multiplicar suficientes células hepáticas (hepatocitos) en cultivos desarrollados en el laboratorio, las que pueden posteriormente trasplantarse y restablecer la función hepática de ratas con insuficiencia grave (Science, Febrero 18, 2000, pág. 1258). Hasta ahora, cultivar células hepáticas tenía resultados muy pobres, pero los investigadores solucionaron este problema introduciéndoles un gene cancerígeno que estimula la división celular. Posteriormente inhiben el gene cancerígeno, con lo que eliminan este riesgo.
La cirrosis hepática
La cirrosis es el resultado de un daño hepático crónico (Como el alcohol afecta al higado) , que en humanos es causado por el consumo de alcohol o por infección viral (hepatitis). Como reacción a ello este órgano trata de reparar el daño, produciendo nuevas células, pero después de un tiempo, el hígado detiene la división, lo que en definitiva determina una insuficiencia hepática y la muerte. Por otra parte, los científicos saben que los telomeros se acortan con cada división celular (La oveja dolly y sus telomeros) , hasta que llega un momento en que las células ya no se dividen más. Hace algunos años, científicos japoneses descubrieron que las células del hígado cirrótico tenían telomeros más cortos que las células hepáticas de individuos sanos, y pensaron que ésta podría ser la causa de que se detuviera su regeneración. DelPinho y sus colaboradores, basándose en estas observaciones, comenzaron a estudiar la posibilidad de restablecer el daño de los telomeros para ver si con ello se restablecía la regeneración celular.
Las investigaciones del grupo de Delpinho
Para comprobar su hipótesis, DelPinho y sus colaboradores tuvieron que desarrollar un truco experimental. En las células humanas normales, la telomerasa (la enzima que reconstruye los telomeros) deja de funcionar tempranamente, en las etapas en que las células comienzan a diferenciarse para formar diferentes tejidos. Las únicas células humanas en que la telomerasa sigue funcionando y reconstituyendo los telomeros (con lo que se continúan por siempre dividiendo) son las células cancerosas.
A diferencia de los humanos, en las ratas la telomerasa permanece activa durante toda la vida. Pero DelPinho y su grupo se las ingeniaron para conseguir ratas, que como en los humanos, tuvieran también telomeros que no se regeneraran. Ello lo consiguieron inhibiendo la telomerasa de las ratas por varias generaciones (Creces, Agosto 1999, pág. 22).
Cuando los investigadores sometieron a estas ratas modificadas a injurias hepáticas, éstas desarrollaron síntomas de cirrosis graves, al igual que los humanos. Cuando lograron esto, mediante un virus, introdujeron a las células hepáticas el gene de la telomerasa. Los resultados fueron como esperaban, ya que las ratas mejoraron de su insuficiencia hepática.
Para llegar a aplicar esta terapia a seres humanos, hay aún mucho camino que recorrer, ya que hay que estar seguros de que la introducción del gene de la telomerasa no vaya a tener efectos desfavorables, como desarrollar un cáncer.
Las investigaciones de Lebouch y asociados
Para lograr su terapia con células hepáticas implantadas, Lebouch y sus colaboradores tuvieron que, previamente, ingeniárselas para conseguir que éstas se reprodujeran con facilidad en el laboratorio, para así llegar a disponer de un número adecuado de ellas para luego trasplantarlas al organismo enfermo. Con los hepatocitos (células del hígado) como con cualquier célula aislada de un tejido fresco, es difícil conseguir que se multipliquen en cultivos. Sin embargo, se sabe que las células cancerosas se dividen rápido e indefinidamente. Teniendo esto en consideración, Lebouch desarrolló una técnica para introducir un gene causante de cáncer, llamado antígeno T, en las células primarias hepáticas, transformándolas así en "inmortales". Con ello lograron que continuaran multiplicándose indefinidamente. Luego, cuando ya habían conseguido una cantidad suficiente, les introdujeron otro gene que quebraba y suprimía al antígeno T, transformándolas de nuevo en células normales.
Cuando Fox, un cirujano especialista en trasplantes de hígado, supo acerca de este procedimiento para obtener celulosas hepáticas que se multiplicaban en cultivos, se aproximó a Lebouch y le propuso un trabajo cooperativo. Así comenzó un trabajo en equipo, que logró disponer de suficiente cantidad de células hepáticas para trasplantarlas a ratas a las que previamente se les había extraído casi todo el hígado. De hecho, se les extrajo el 90% del tejido hepático. Cuando a la rata se le remueve tan alto porcentaje de su hígado, siempre el desenlace es fatal. Sin embargo, cuando los investigadores inyectaron los hepatocitos en el bazo de los animales, sobre el 60% de ellas sobrevivieron. "Uno puede mantener los hepatocitos en el refrigerador y echar mano a ellos cada vez que se necesiten", dice Fox.
Sin duda que estos resultados son muy interesantes, pero ahora falta saber si el sistema trabajará en igual forma en pacientes con cirrosis hepática. Para ello habría que estar seguro que esas células que se insertarían no vayan a producir un cáncer, sobretodo si la terapia génica últimamente no está muy prestigiada.
En todo caso, estas dos nuevas técnicas recientemente publicadas, constituyen una esperanza para enfermos hepáticos crónicos que no tienen otras alternativas.